Es algo normal y esperado que al comienzo del año o con el nuevo curso nos marquemos nuevas metas.
En nuestra cultura, cuando cerramos una etapa de nuestra vida y comenzamos otra, es habitual que hagamos balance y establezcamos nuevos propósitos. Solemos pensar que “el año fue mejor (o peor) de lo que esperábamos”, “que hemos aprendido mucho (o poco)”, o “la vida nos ha tratado injustamente”… , etc.
Fechas como el comienzo del año o el final de las vacaciones nos invitan a reflexionar sobre estas cuestiones y a sentirnos bien si “hemos tenido un buen año”, o a sentirnos frustrados o tristes si llegamos a la conclusión opuesta. Sin embargo, en muchas ocasiones, en lugar de llevar a cabo una valoración en perspectiva, constructiva, que nos ayude a poner las cosas en su sitio, solemos saltar rápidamente a planificar nuevas acciones y a proyectarnos y prometernos cosas para el futuro.
Surge en ésta época la propensión a fijar nuevos propósitos y objetivos. Algunas personas se plantean dejar de fumar (más con la nueva ley antitabaco), otras mejorar su formación, encontrar un trabajo mejor, o compartir más tiempo con tal persona…
Aunque sabemos que con frecuencia los incumplimos, resulta un gran alivio saber que tenemos propósitos bienintencionados.
Para alcanzar buenos propósitos es imprescindible dar pasos concretos
Si bien fijar una meta puede ser muy útil para orientar el viaje, conviene estar alerta para no quedar deslumbrados por las bellas palabras o las buenas intenciones, sin más.
Si deseamos cruzar un río, por mucho que nos recreemos en el pensamiento de que deseamos llegar al otro lado, por mucho que nos digamos que estamos convencidos de que podemos lograrlo, sólo nuestros pasos nos llevarán al otro lado.
Así, de poco nos sirven las intenciones o los pensamientos por sí solos si no van acompañados de pasos concretos, del pequeño paso que toca dar cada día (hoy mismo, ya!).
Tal vez ese paso inevitablemente suponga esfuerzo y malestar, por lo que si de verdad deseamos avanzar, nos tocará estar dispuestos, abrilre la puerta a experimentar el malestar que inevitablemente suponga el cruzar el río elegido.
Asi que empezar el año actuando, esto es, andando, eligiendo, descartando otras opciones, avanzando en la dirección escogida y manteniendo la marcha aún cuando sintamos que al meter el pie en el río el agua está fría o nos de miedo la corriente ...y que en lugar de permanecer detenidos recreándonos en lo fría del agua o en lo agradable que sería haber llegado al otro lado, o simplemente estar con los pies secos; nos planteemos de forma cotidiana pequeños pasos concretos y alcanzables que nos acerquen paulatinamente a las direcciones escogidas …
Tal vez, esta sea una manera saludable y efectiva de vivir el inicio de este nuevo año… y actuar permaneciendo a lo largo de él manteniendo la dirección y el sentido …