Me gusta cuando tengo ocasión de ver una exposición o visitar un yacimiento arqueológico de la mano de un guía profesional. Me gusta todavía más cuando alguno de mis amigos eruditos en ciertos temas, me ayudan a situar las ruinas o la obra que tengo delante desde un punto de vista histórico, por ejemplo; o me ayudan a descubrir detalles que llenan de sentido lo que estoy viendo. Sin esas claves, el significado, la importancia, o el por qué lo que tienes delante es una obra de arte, pasarían para mí inadvertidas.
Son claves que te ayudan a saber a dónde hay que mirar. Atender a ello, transforma un montón de piedras amontonadas y dispersas entre los hierbajos en la evocación lo que fue un palacio de la antigüedad en el que se fraguaron los cimientos de la cultura actual… Conocer el ambiente en el que surgió una obra, u obras de artistas coetáneos, por ejemplo, transforman unos rayajos de colores, en la inspiradora historia de un artista rompedor, que fue capaz de un salto cualitativo, hacia otro modo de comunicar, transmitir y pensar el arte… Me gusta que cuando alguien me ayuda a mirar, es como si pudiera ajustar el foco de la lente con que miro.
Es aprender a mirar para descubrir lo importante y conocer el contexto del que surge, para que así todo cobre sentido…
¿Y cuál es el foco en terapia?. ¿Qué y cómo miramos, qué preguntamos, y qué escuchamos cuando el otro habla? Según nos quedemos con unos detalles u otros, según exploremos o no el contexto, las circunstancias en las que emergen unas problemáticas u otras, según pidamos al cliente que pose su atención sobre unos aspectos u otros, es que estamos poniendo el foco, seleccionando, haciendo relevantes unas variables y descartando otras como importantes en la terapia. De ahí que sea tan relevante la perspectiva filosófica en la que apoyamos las intervenciones. El marco conceptual nos señala el contexto y los detalles a los que prestar atención.
Para mí uno de los focos en terapia está en lo que la persona hace para resolver lo que le está ocurriendo, el modo de afrontar sus problemas; y los resultados, lo que consigue al hacerlo.
Uno de los focos está en la regulación de la conducta, que no es otra cosa que la reacción a las reacciones naturales que emergen ante ciertas circunstancias vitales. El foco toca ponerlo entonces en las circunstancias, en las reacciones a las circunstancias, en la actuación ante ello y el resultado. Seguramente el resultado será empobrecedor, probablemente a la larga genere más estrés, más angustia, tristeza y pobreza vital. Y de ahí que la persona consulte.
También pongo el foco en lo que la persona sabe hacer y le funciona, en lo que le va bien en su vida, en sus habilidades, en su repertorio de afrontamiento más útil.
En todas las veces que la persona ha sabido lidiar con su dolor, con sus conflictos, y malestares. Siempre hay ejemplos de esto. Pongo el foco en las fortalezas y capacidades de las personas, refuerzo ese repertorio, e intento ampliarlo y que lo emplee en otros ámbitos. Esto motivará sin duda nuevos aprendizajes, empoderará a la persona como capaz de afrontar lo que necesita afrontar.
Pongo también el foco en la experiencia del cliente: en lo que está viviendo, y en la utilidad de lo que hace.
Poner el foco allí me protege de enredarme en la lógica de la mente, en argumentaciones y explicaciones estériles. Cuando me centro en la experiencia que está teniendo el cliente, y en la utilidad de su conducta, puedo sortear los argumentos, las razones y justificaciones; eludo también las quejas estériles sobre cosas que no se pueden modificar.
En otras palabras, pongo el foco en la responsabilidad personal, intento centrar toda la atención, dedicación y esfuerzo en lo que la persona puede cambiar, en lo que está bajo su control, en conductas que probabilizan efectos duraderos y alineados con cualidades personales importantes.
Yo pongo el foco ahí y cuando lo hago, igual que el guía del museo, ayudo a mi cliente a ver cosas, a mirar hacia ciertos detalles… Con mis preguntas, con mis sugerencias, e intervenciones, transformo lo que el otro está viendo, le ayudo a ampliar su perspectiva, a resaltar unas cosas en vez de otras, y lo hago en dirección a que actúe de otra forma, de formas más útiles, que le den consecuencias que lo acerquen a sus propósitos.
Cuando pongo el foco, las intervenciones resultan estratégicas y potentes y probabilizo el cambio rápido. Aunque como a todos, también me ocurre que a veces pierdo el foco.
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