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A través del siguiente audio nuestra compañera Paula F. Ruiz te guía en un ejercicio que comenzaremos con los ojos abiertos para más adelante continuar con ellos cerrados y en el que podrás (re)conocer a la parte más compasiva y amable de ti. ¿No sería emocionante ir al encuentro de tu mayor y más amoroso aliado? Ven, que te lo presento.

En estas semanas de confinamiento me doy cuenta del contacto tan estrecho que estoy teniendo con muy distintas partes de mí. Quiero decir, todos albergamos muchos “yoes” dentro de nosotros mismos: Entre otros, está nuestro yo ansioso: “¿cuándo acabará esto?”, “¿alguna vez recuperaremos la normalidad?”, “¿y si caigo enferma cuando salga?”; nuestro yo enfadado: “es injusto”, “las cosas deberían ser distintas”, “fulanito no debería estar haciendo esto o aquello”; o nuestro yo exigente: “tendría que estar haciendo 500 sentadillas en vez de 50 cada día si quiero mantenerme en forma”, “debería estar haciendo ese curso de Marketing Digital, que nunca se sabe”, “a estas alturas ya debería haber aprendido otro idioma y a cocinar guisos”.

No sé si os pasa a vosotros/as también, pero hay días en los que mi yo exigente toma el mando y me bombardea con un sinfín de improvisadas y, aparentemente, ineludibles tareas, algunas de las cuales no habían estado entre mis intereses hasta hace bien poco y, a decir verdad, siguen sin estarlo. Es como si esta disponibilidad de tiempo fuese el contexto perfecto en el que esa parte más tirana de mí se crece y me amedrenta. A veces me plateo si acaso no será ya una victoria en algunos de estos días el hecho mismo de levantarnos por la mañana, cubrir nuestras necesidades y responsabilidades básicas (y las de otros, si tienes personas a tu cargo), sostener nuestro miedo, impaciencia e incertidumbre y mostrarnos con todo ello amables y disponibles para las personas que nos rodean. “Todas las desgracias del hombre se derivan del hecho de no ser capaz de estar tranquilamente sentado y solo en una habitación”, decía Pascal.

Si bien podemos elegir pasar la cuarentena asintiendo a la tiranía de nuestro yo más exigente con tal de evitar sus latigazos y los sentimientos de culpabilidad, me gustaría también darte la oportunidad de conocer otra parte de ti que, si bien puede resultarte menos familiar, está deseando (re)conocerte. Se trata de tu yo compasivo. Tal vez te hayas topado con él alguna vez. Lo reconocerás por el halo de serenidad y amabilidad que le acompaña y porque incluso cuando sientes que no puedes sostenerte y que no eres merecedor de amor o de reconocimiento, está ahí para brindarte una respuesta compasiva. Puede que sea un buen momento para estrechar lazos con esta parte de ti y que puedas contar con ella cuando te veas preso de la tiranía de tu mente, de tu exigencia, de tu enfado o de tu ansiedad.

Como si de los distintos grupos de instrumentos que forman una orquesta se tratase, también todos tus yoes forman parte de ti y cada uno de ellos tiene una honorable función. Cierto es que cualquier director de orquesta ha de saber a qué grupo de instrumentos darle el protagonismo en cada momento para lograr una simbiosis entre ellos y que la melodía resultante guarde equilibrio y armonía, ¿no es así?