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Saber no es saber hacer

Por 26 febrero, 2021mayo 8th, 2023Sin comentarios

De una u otra forma siempre he estado vinculada a las artes plásticas. Desde que me recuerdo, me he presentado a concursos de pintura, he estado en academias, he participado de talleres de arte y, después de varios años inactiva, hace un año medio decidí retomarlo. Esta vez participo en un taller de ilustración con René Merino. Desde entonces los lunes por la tarde me sumerjo en lo que yo siento como “otra dimensión de mi vida”, una dimensión apasionante y en la que pierdo la noción del espacio y del tiempo… Me resulta difícil explicar lo que me pasa allí, siento que mi imaginación explota, que me pierdo en los colores, los trazos, las manchas, las luces y sombras. Durante esas horas, el papel ahí delante y los manchurrones de turno lo son todo, no hay nada más.

Soy bastante mala pintando y hay cosas que me salen y otras no, pero da igual. El disfrute que me proporciona la actividad en sí misma es indescriptible. Además, René exuda amabilidad y humor, y tiene una exquisita capacidad de ver y expresar lo que haces bien, y aunque sea ínfimo, él lo descubre. El ambiente creado por él, la música que pone (que parece provenir de una cassette ochentera) y por los compis contribuyen a ese disfrute. 

El profe me refuerza la idea de que lo positivo de todo es que “no tengo miedo y me lanzo”, y yo siento que soy creativa. Soy capaz de imaginarme y componer escenas, deformar la realidad, equilibrar intuitivamente las composiciones… Pero no sé dibujar, y por eso me pasa que mis maravillosas creaciones mentales no me llegan a la mano… no sé materializar con el lápiz o la pintura la imagen que tengo en mente, y la mayor parte de las veces el resultado dista muchísimo de lo imaginado.  Esto es frustrante, pero no lo dejo, no quiero renunciar al proceso.

Lo mismo ocurre a los psicólogos cuando están formándose en habilidades clínicas. Hay momentos amargos. Clínicos que saben lo que tienen que hacer pero que constatan reiteradamente que “tenerlo en la cabeza” no es “tenerlo en las manos”, y que cuando pasan a la acción no siempre producen el efecto que buscan, no llegan a trasmitir lo que saben, el mensaje que quieren hacer llegar, a mostrarle a su paciente lo que ellos ven, o incluso cuando el mensaje llega no consiguen que sus clientes lo pasen a la acción… y esto resulta desilusionante.

Y es que cuando se trata del trabajo clínico, de ayudar a las personas a cambiar su forma de reaccionar, a desarrollar nuevos hábitos más saludables, a motivar nuevas conductas, a desarrollar habilidades para gestionar las emociones y pensamientos difíciles, etc.; no se trata solo de estudiar y entender el abordaje, esto es sólo el primer paso. Lo que de verdad diferencia a un buen psicólogo clínico es su saber hacer, su habilidad para establecer una relación terapéutica de seguridad, validante y cercana; su habilidad para construir y reforzar comportamientos nuevos en el paciente; su habilidad para promover en su cliente el uso de herramientas de gestión de emociones más saludables… y nada de esto se hace con la cabeza, no se hace leyendo, ni estudiando, ni entendiendo, ni explicando, ni instruyendo.… 

Al saber hacer del clínico se llega estudiando, leyendo, entendiendo por supuesto, pero fundamentalmente aprendiendo través de la práctica reiterada, el moldeamiento de habilidades, la repetición de la técnica, la práctica con casos y la supervisión clínica. Aprender a movilizar cambios significativos en las personas que nos consultan, es un camino largo, infinito diría, en el que la repetición y el feedback son cruciales. El feedback podrá venir de colegas de profesión, podrá venir de un tutor o supervisor, pero el más útil y potente es el feedback directo que le pedimos a los propios pacientes.

Por ello voy a desglosar a través de estas entradas algunas tareas que tendrá que llevar a cabo el terapeuta, las habilidades necesarias para acometer estas tareas y algunas claves que te permitirán hacer un plan de acción para practicarlas.

Me encantaría también poder transmitiros como hace René en mis clases de pintura que: lo importante es «lanzarse con miedo», que seguramente aunque sea ínfimo al principio hay montones de pequeñas cosas que hacéis bien, que finalmente más allá de lo que dicen los libros o los gurús de las terapias, el veredicto definitivo lo tienes delante, es lo que tu cliente te da, te expresa, y que la única forma de avanzar es reptir, probar, estar atento al proceso, presente con la persona que tienes delante y nada más… y asumir que hay muchos procesos que no saldrán bien y que seguramente te equivocarás, te quedarás corto, te pasarás…