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En la siguiente práctica nuestra compañera Paula F. Ruiz te propone que traigas a tu mente alguna situación que haya resultado difícil para ti y te invitamos a entrenar tu habilidad para observar tus pensamientos con distancia, como mensajes de una radio encendida. ¿Te gustaría aprender a llevar tú tus pensamientos donde tú quieres en lugar de que ellos te lleven a ti? Entonces, quédate y escucha este audio.

Últimamente noto cómo mi mente, tal vez más aburrida y menos estimulada de lo habitual, gira en torno a historias pasadas, vuelve una y otra vez sobre errores que cometí, o llena mi imaginación de escenarios de futuro. Así es, la mente funciona como una radio que estuviese siempre encendida y sobre cuya programación, a decir verdad, no tenemos demasiado control.

Tendría sentido que en estas semanas en las que nos vemos obligados a rebajar el ritmo, a pasar más tiempo en casa o a abandonar ciertas actividades que solíamos hacer en el tiempo libre, notásemos con más fuerza los contenidos de nuestra mente. Como si al reducirse el ruido del que habitualmente nos rodeamos (frenético movimiento de un lado a otro, horarios preestablecidos, tareas y actividades que habitualmente llenan nuestra agenda) escuchásemos a mayor volumen nuestros pensamientos, los mensajes que nuestra radio despliega a cada momento. Y lo cierto es que no todos resultan igual de agradables o alentadores, ¿verdad?

Del mismo modo que no podemos elegir qué canciones o anuncios salen en la radio mientras vamos, por ejemplo, conduciendo, no podemos elegir los pensamientos que nuestra mente nos da a cada momento. Imagina que estás en Madrid y decides iniciar un viaje conduciendo en coche hasta Santander. Es importante para ti llegar a Santander. La radio en el coche está encendida, sintoniza una única emisora y te acompañará todo el viaje. A veces sonarán canciones que te gusten mucho y esa parte del trayecto te resultará muy agradable. Sin embargo, también habrá veces en que suenen canciones que no te gusten nada o te irriten. ¿Qué pasaría si, cada vez que sonase una de estas últimas, detuvieses el coche y te pusieras a discutir con la radio para que cambiase de canción y pusiese otra de tu gusto? ¿O qué pasaría si cada vez que escucharas un anuncio tipo “Visita nuestro Asador Castellano, toma la próxima salida dirección Soria” obedecieses literalmente? Recuerda que ibas a Santander. ¿Qué pasaría si durante el viaje que habías escogido hacer, te dejases llevar por tus reacciones a cada canción o por cada anuncio que sonase en la radio? Exacto, seguir literalmente los mensajes de la radio durante tu viaje haría que tu coche estuviese parado la mayor parte del tiempo o que se desviase continuamente de la ruta que tú habías planificado para ti, alejándote de tu destino.

Experimentamos esto mismo en nuestro día a día. ¿Cuántas veces nos quedamos enganchados a nuestros pensamientos, obedeciendo literalmente lo que dicen y perdiendo así la dirección y compromiso con lo que habíamos elegido hacer, con el destino al que queríamos llegar?

Es cierto que no podemos elegir la emisora que nuestra mente sintoniza a cada momento. Sin embargo, sí podemos aprender a discriminar y seguir solo aquellos mensajes que sean de utilidad durante nuestro viaje, y dejar que el resto suene de fondo mientras mantenemos nuestras manos al volante y nuestra mirada en el camino que hemos elegido seguir.