Y tantas veces el paciente te devuelve los argumentos… y ocurre que estás proponiendo ideas sobre cómo abordar el cambio y el paciente refuta. Sugieres tareas o formas diferentes de hacer las cosas, muestras alternativas, pero el paciente te da un revés, te devuelve otro razonamiento más elaborado… O cómo cuando la pelota dibuja en el aire un globo y no sabes dónde caerá, el cliente da montones de vueltas sutiles, suaves, pero que al final la pelota cae en el mismo lugar, tiene la misma función: quizás despistar, ganar tiempo, o conseguir sumar un nuevo punto.
A veces se produce una escalada de explicaciones, argumentos, contraargumentos, empiezas tu también a notar tensión, irritación, cansancio, notas que estás forzando las conversaciones, el partido cada vez se hace más duro. En este peloteo, te das cuenta que tu paciente es cien veces más ágil, más fuerte y resistente que tú. Que su lógica es aplastante, que para todo tiene respuesta, que todo ya se lo sabe, que tiene grandes historias que contarte sobre por qué es cómo es, por qué son los otros los que deberían cambiar, o por qué lo que le pasa tiene que ver con el modo en que lo han tratado en su familia… Notas que sudas, que el brazo no te da más, tu fuerza está mermando y el paciente sigue y te lanza otra pelota. Y otra partida que es la misma, y siempre va al mismo sitio, ese lugar en el que nada puede cambiar, en el que nada se puede arreglar.
Es el movimiento que tu paciente sabe hacer y no va a hacer otra cosa que ir sumando sets, y ganarle a otro nuevo contrincante. Tu puedes seguir la partida que te propone, apuntarte a su campeonato, al desafío que te pone delante en cada sesión, mantener el peloteo y la tensión del juego, mostrarte a la altura, presentarle un argumento más potente, más afilado y lanzarle algún revés que le lleven a constatar que la realidad no se parece en nada a sus razonamientos… puedes engancharte e intentar ganar el juego.
O bien puedes salirte y mostrarle el juego desde fuera. Reconocer que estás cansado, abatido, que el cliente ha ganado esa partida, expresar que no sabes por donde continuar, que ese juego se lo conoce él bien, plantear que quizás tú no tienes nada que aportar en ese movimiento que él o ella está muy entrenado. Y mantenerte en una postura de observación, validar sus movimientos, señalarlos, describirlos sin juzgarlos, validar la buena forma en que se encuentra para jugar a ese juego… Quizás también puedas explorar la utilidad que ese juego ha tenido en él o ella a lo largo de su vida, explorar de qué manera le han funcionado esos movimientos, con qué personas, en qué circunstancias … y mirar hasta qué punto el juego le está desgastando, le hace perder algo en su vida… quizás energía, quizás atención, quizás está perdiendo conexión con sus seres queridos en pro de llevar siempre la razón, y quizás haya más gente a la que tiene exhausta con sus reveses…
Todas estas preguntas han de surgir de la plena conciencia de nuestras reacciones, del cansancio que notamos cuando no vemos cambio en el otro, del esfuerzo que sentimos muchas veces que hacemos, de la sensación de estar discutiendo con el cliente, de la sensación de lucha o juego que a veces notamos. A veces pensamos que el cliente está jugando con nosotros, a veces aparece la irritación, la impaciencia, la idea de que no hay nada que se pueda hacer, y tantas veces la sensación de impotencia, incapacidad …
Tener la valentía de reconocer estas reacciones, y ponerlas sobre la mesa, abandonar el juego, mostrárselo al cliente y preguntarle por dónde quiere seguir o si hay alguna otra cosa que quiera aprender a hacer, quizás puedan ayudar a dejar la partida. Porque en definitiva paciente y terapeuta son equipo, tienen que estar del mismo lado, del lado de aprender cosas nuevas y útiles para la vida del cliente.